AQUITANIA
y alrededores: aromas para tomar, sentimientos para llevar
Volvemos a
ir con Sumiller Formación, confianza
plena.
Este
relato contiene mucho de cierto, con un asomo de “que no” y unas gotas de ironía, más o menos.
Una visión particular de cositas que llaman
mi atención, que ocurrieron ….......de alguna forma, que suscitó un comentario o risa, porque de lo real del todo
y la magnitud de lo magnífico, de eso , ya habla Mª
Luisa Martín.
En la región de Aquitania, vecina de
Asterix, nos esperaban algunos de los grandes Châteaux y una sorpresa ¡ah!
Por horarios convenía ir en autobús, fue con la empresa
Creoquetellevo.es filial de
Puedequetetraiga.com, que arreglo a como resulto el asunto bien podría llamarse
Pasiónbus.............¡podría! Ante esto, se aplica el sentido del humor y ¡buen provecho!
Hay que decir que nos transportaba,
porque guiar y conducir es otra cosa, M Gum, que desde Cariñena ya apuntó
maneras, ¡como el agua que va donde quiere!
Enseguida,
ya acomodados, se aprovechó la nocturnidad para levitar, dormitar, cabecear
como Antonio que simulaba al mejicano de la
peluquería y quien con linterna “fashión” leyó un rato.
En general tuvimos dos paisajes, uno
que nos asaltó: Saint-Emilion a la derecha, Libourne a la izquierda, Mont de
Marsan a la vuelta, Lourdes lo dejamos, Bordeaux casi también, Route de
Pau tres cuartos de rotonda, Nogaró no
te pases, no te pases, que te has “pasao”, en fin, al borde del estrabismo. Pero allí estuvo
presto JR, que más bien podría llamarse GPS (Guía Personal Solvente) que a la
llamada de Marilú recomponía la ruta, además, su Señoría practicó mucho lo del
“Pourriz-vous m’indiquer comment arriver a….., s’il-vous-plait. “. Siempre hay
un traductor de lujo.
El
otro nos agasajó, un recreo para la
mirada, eso que te llena, así de una y es que este otoño ha sido
espectacular, cambios cromáticos, sin
saber porqué ocurren en la vid, le añadimos alguna torre e iremos poco a poco,
como el “bus”, sin dar un paso atrás.
Nuestro recorrido fue el siguiente:
Château Magdelaine
Hay
algo común a todas las bodegas, lo espectacular del edificio, la
peculiaridad del entorno y la
arquitectura del vino, algo sabido “el buen hacer”. Afuera, el asombro podía
variar un poco, a veces valles, a veces laderas, alguna construcción para
fortalecer el contraste, siempre un gran mimetismo, los insectos están en un regocijo inmenso. Desde aquí, un color amarillo ocre, veteado a veces por el
verde y marrones, inmersos en una calma increíble, ¡que duraría poco!
En
la bodega, artesanía con acero, me encantaron los depósitos pequeños “varios en
uno”, la antesala de las barricas: un pasillo con historia, pura piedra, cuyos
poros ¡a saber lo que han escuchado! Que
trás de ese oír y el reflejo luminoso de
una imagen Félix encontró a Muriel, ¡por fin! Después, un vino, suavidad, armonía y
espíritu.
Nos
hacemos la foto de rigor y andamos a
Saint-Emilion, no hubo más remedio que cuesta-abajo, cuesta-arriba,
departiendo unos y otros. El pueblo, sobrio y señor, leyenda entre
adoquines; además de la singular
iglesia, vimos un curioso lavadero, muy bonito, cuyas columnas escondían un
susto, “dos atracadores”, el cuerpo en
“un ay”, pero Eva hábilmente les entregó un pagaré. ¡Hala!, al autobús,
otro ¡ay!, a veces: ayayayayayayayay.
Château Margaux
Más
bien un palacio, rebosante de tranquilidad, con las dependencias para los
trabajadores. Eso me recordó las casas señoriales de mi tierra, creadas en
torno al año 1850.
El
amarillo combinaba con algún cobrizo, el ocre avasallaba un poco más, todo ello
sobre un manto de tierra gris con el verde de la hierba esparcido.
Curiosidad,
los depósitos con boca a media altura, una gran nave llena de barricas y un
rincón artesano, ellos hacen sus barricas, las cámaras de fotos se volvieron
locas. Sérgio que se quedó en la tercera
parte del cuento, buscaba entre las duelas y cellos los taninos. Cruzamos
un patio enorme, nos esperaba la degustación, otra delicadeza. Josep llegó tarde, un lorito al cruzar a los árboles del exterior, se
enredó en el cable del teléfono y antes de desenredarlo, se empeñó en calcular
la probabilidad de que saliera con bien.
Hicimos
mediodía en un pueblo pequeño, lo del ayuno y abstinencia ¡como que no!, en la
calle, en un lugar coqueto, solo se podía
“cuaquear” “¡yquem pato!”, sabrosón. Marta
aprovechó la ociosidad para controlar el traje de la fallera.
Château d'Yquem
Glamur,
glamur, torres gallardas, lugar inmenso, quizás mas verde cetrino, nervadura
verde sobre el ámbar y más al cielo los rojizos.
Grata
y didáctica explicación, entre las fotografías, dibujos y las canastillas de
madera conteniendo distintas tierras, satisfacción por la caliza, arcilla o
grava.
Después
de unas delicias, nos entretuvimos por alrededor, queríamos plasmar todo
aquello. Joaquín, olfato al punto
husmeaba las hormonas, algún resto de la difusión en primavera.
Marilú, hurgaba
entre la hojarasca, buscaba un toque calizo, un poquito de lo que habíamos
probado y al recuperar la total verticalidad, un chasquido, ¡estaba crujiente!
Nos
sugirieron en Château d'Yquem, una visita cercana, un tanto sedimentaria, un
muro geológico de Ostrea edulis. Ahora se porqué ante sorpresa y
admiración grata se dice ¡ostras! Cundían las exclamaciones, como lajas bien
dispuestas, ¡precioso!, es como si aquí el tiempo fuera tangible.
Corrió
el rumor de que años atrás, Abdón e Inés
estuvieron en este lugar, dicen que a la ermita, ¿no serian ellos, en vez de la
diagénesis quien hizo el muro?, recordemos que la ostra es un manjar, para
quien aprecia la buena mesa y el sabor a mar.
Al regreso a Bordeaux
merodeando el jugo gástrico, Elena se empeñó en repartir todas las mandarinas,
¡ojo! La mitad más media y se quedó sin
ninguna.
Chàteau
Massereau
Recibimiento
familiar, los hermanos, la madre, el abuelo y el perro.
Un
lugar de ensueño, predominaba el marrón, oro viejo, acompañado de un verde
intenso, en lagunas, del musgo crecido en la cepa.
El
pasar del río con orillas bien
acompañadas y entre los reflejos y las sombras, Miguel Angel se dispuso a buscar la vaca ¿o era caballo? Marina,
posiblemente, como algunos seguíamos empeñados en llevarnos un trocito de
suelo, alguna piedra especial, seguía con
sus ejercicios digitales: pito pito
pito pito pruuiiiiiii píto, había que fijarse bien para hacerlo
igual .
Disfrutamos
de la bruma, la niebla pegada a tierra, que luego, con el sol acunan noblemente
a Botrytis cinerea, protagonista de una leyenda, un mito, allá
por el año 1576. En ocasiones, lo genial
nace de una casualidad: el sauternes. Muy curioso el comportamiento de B. cinerea,
según las condiciones climatológicas, será una podredumbre noble, solo, cuando
la humedad permita que el hongo infeste la uva y el calor pasifíque el grano; la piel tersa, se vuelve
rugosa, a veces blanquecina y obtendremos una maravilla ¡naturalmente dulce!
La
familia Chaigneau, propietarios de Château Massereau, hizo un extraordinario cumplimiento de amistad con Marilú,
porque además de lo visto, hubo mucho deleite para probar, servido en bandeja y
mucho, mucho deleite servido en copa, ¡los probamos todos! Después de éste agasajo, ¿quien piensa en la nutraceútica?
Llevo La Portera dentro, pero aquí, sobretodo aquí, bajo la sombra de la
modestia, pensé que debiera haber nacido yo, su gente, el respeto a la
tierra, el sentir del vino, se expresan
con plenitud.
Dartigalongue Bas Armagnac, lo no
anunciado.
Nos
recibió la dueña y el “maître de chai”, alguien especial, esparcía alrededor,
no solo conocimiento, algo que todos compartimos, amor a su trabajo, pasión por L'Eau-de-Vie, otra curiosidad de la historia.
Una alquitara, una explicación, las paredes ennegrecidas ¡ea! Y la nave
de crianza en madera, envejecimiento de holandas. Algo muy importante, miman el
suelo para mantener la humedad y poco a poco evapora el alcohol, disminuye la
graduación y a lo evaporado se le conoce como “La porción de Los Angeles”, ¡era
yo! Pero un ambiente tan
serio y aunque me pareció oír acordes de
chelo, al escuchar el silencio, ¡no era yo, no!, ¡que va! El artista es Torula compniacensis,
otro hermoso cuento, pudiera ser una
novela desde Bauidoin en 1872 o Richon en 1881. Resulta que al igual que B.
cinerea es un hongo anamorfo, un
estado imperfecto (esto es lo de menos), solo se reproduce de forma asexual
¡pobre! Y vive de “Los Angeles”, ennegrece las paredes, todas las paredes de
todas las partes y da una complejidad arómática en las calles ¡uhmmmmmmmmm!
¡No
sé cuanto probamos, una delicia! No era yo, aunque no me importaría ser la
esencia de algo tan sublime.
Y cenamos todos juntos en Pau, Visitación, aún acorde a todo, algo le sentó mal y un pelillo
se le fue la pinza.
Comentarios y recuerdos casi ya,
eran las preciosidades vistas, la suculencia probada, la magia del lugar y el
trato realmente exquisito que recibimos, de todas las bodegas, ¿no volveré a
nacer por aquí?
De
Pau a casita, eso pensábamos, (qué
ajetreo)
La hermana Mª Carmen, versada
en órdenes varias, hizo siempre, en todo momento lo lógico, siéeeeempre lo lógico; a punto de irnos, fue a por los pastelitos de subsistencia,
mandada por Su Señoría, hay que prevenir “el bajón“ de
azúcar.
Ya
de vuelta, Fabiola, llamada en algún momento
Mariola, de tanto énfasis, no dormía no, es que se apagó,
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz se quedo sin batería, ni tan siquiera el recambio.
Javier, recatado y sumido en el misticismo
desde que preparo la cata para el cura, a
la chita callando se llevó el tapón, sin sorteo, ¡anda que.......!
Cruzamos frontera, territorio
español, miras.......... y sonríes con los ojos ante su majestad la naturaleza,
el paisaje bien merecía una parada. Cristina, oportunamente aparentó un ansia,
apartadito en la carretera sin maniobra ni “ná“, después, el café soluble
barato solucionó su malestar. Hubo quien simuló equilibrio en el puente y seguramente todos disfrutamos del verdor que
se alzaba coronado de marrón difuso, del
verde húmedo que se hundía mecido por el agua, del ronroneo bajo la
sólida piedra grisácea del puente, manifestando su orgullo al ser
admirado, de estar donde estaba.
Paradita en Jaca, comida en Huesca y
llegando a Teruel, una explicación importante: cuando decimos “te quiero mucho
o te echo mucho de menos”, ¿habéis pensado cuanto es MUCHO?, ¿habéis intentado
describir la cuantificación de MUCHO? Resulta que tomamos una salida de la
autovía, última parada obligatoria, hacemos como que vamos a Teruel, en esas
entremedias, una carretera local, andamos un poco, M. Gum cae en la cuenta,
giro, otro giro, una media vuelta por si acaso y la “salida de la autovía”,
seguía, seguía, seguía por la Nacional y seguía siguiendo y al cabo de un
tanto, un ¿porqué tanto?, todo ello sumido en la oscuridad, llegamos a un no sé
donde y pensé: realmente esto es MUCHO. ¡ya tenemos balanza!
Nos quedamos sin oír el “Non, je ne
regrette rien “, además de una canción preciosa, para mí son importantes la
últimas palabras, que yo transformo en esta ocasión “de nuevo, vuelvo con
vosotros”, al cobijo de Su Señoría.
Lentamente deshicimos el abrazo del
viaje, que resumiendo nuestra excursión enófila, con cierto aire de recuerdo
jocoso, con cierta cadencia en el hablar, habría que decir:
Maravillóóóooosssso
Maravillóóóoooossssso ¡po ji!
Mª Angeles Novella Herrero |