110 son ya los profesionales y amigos
eno-gastro-hedonistas que conforman el colectivo de la Asociación de Sumilleres & Enófilos de Valencia (ASEV), a fecha de hoy.
Este es un resumen de las últimas catas, maridajes y/o Master-Clases de las que
hemos disfrutado desde que se publicara la crónica anterior, acerca de la
despedida “del curso” sobre las olas:
1º - DEGÜELLE, DECANTACIÓN y CATA de TRES OPORTOS VINTAGE
Descripción de la cata de Axel Pitarch, a quién agradecemos su
colaboración publicando sus notas para deleite de amantes de la literatura descriptiva
eno-sensorial.
QUINTA DE LA ROSA 2007
Ya son dieciocho años
de botella (y dos de barrica) los de este Vintage con cierto recorrido, aunque
le hubiera aguardado mucho más si se lo hubiésemos permitido. Su carácter
Oporto, esa potente extracción, aparece en forma de frutas muy negras y
regaliz, en primera instancia, algo de vainilla, sutiles frutos secos
ligeramente tostados y notas, livianas, de evolución que evocan un tono
anaranjado en el ribete, que si bien lo tiene, es levísimo. Poco después
aparece el Vintage, esa crianza reductiva que a medida que se va alargando va
tornando el vino más complejo. Notas golosas, de maderas, chocolates y algo de
pan de higos que recuerda vagamente a un PX.
En boca el invierno y
el infierno de la ciudad porteña del Douro se plasman en un vino goloso pero
amable, de dulzor moderada y volumen suficiente para abrazar el paladar pero
sin excesos, gracias a su justa acidez que cumple perfectamente su cometido de
contrapunto, sin despuntar. Sus veinte años de vida se dejan ver en forma de
densidad atenuada, provocada en parte por el desprendimiento de antociano que
ya se apreciaba visualmente, corroborada en boca con la elegancia en su paso,
ancho. Al final, se resiste a irse pronto y saca su lado más amargo para
aferrarse al fondo de la lengua en un último suspiro, largo, de puro y
placentero cacao.
SANDEMAN 2000
Un
vino de catorce años que muestra una juventud difícilmente explicable salvo por
la palabra "Vintage". Se vislumbra denso ya en la copa, de capa alta,
negro y joven, pero es en la nariz donde evidencia su juventud con aromas
todavía primarios a copa parada. Flores azules como las violetas, pesadas, o
notas de ajedrea que se confunden con las olivas negras que suelen aliñar. La
fruta, más fresca que en el anterior vino, no deja de ser igual de negra y
potente, pero esta vez viene acompañada una ligera punta de alcohol, dejando
paso poco a poco a un dulce de regaliz y una madera que no puede imaginarse
sino negra, vieja.
En
boca se reitera en su viveza. Se muestra fresco y joven. Su acidez compensa perfectamente
un marcado tanino, bien pulido, sobre el que se apoya el bravo carácter del
vino. La nota alcohólica, si bien algo tímida, sigue estando, escondida con la untuosidad
y la densidad que llena elegantemente el paladar, sin empalagar. Al final se
muestra nuevamente joven y vivo, asumiendo el protagonismo en primera instancia
un tanino que deja un reguero de astringencia, compensada por la naturaleza del
vino, largo, generoso y dulce, que redondea el final con un recuerdo de
caramelo y de tostados que permanece en la boca una vez tragado.
RAMOS PINTO 1994
Uno, por principios,
nunca dice que no a probar grandes vinos, así que nunca dice que no a probar un
Oporto Vintage. A este Quinta de la Rosa 2007 claramente le hemos hecho un
flaco favor al consumirlo tan joven. Estamos ante un vino al que a todas luces
le falta botella. Lo demuestra su carácter excesivamente vinoso para ser un Oporto,
su nota medicamentosa y su dureza que apreciamos ya en la boca. A copa parada
afloran aromas muy primarios y frescos. Unas frutas maduras, negras, de climas
fríos, del enero del Douro, tales como grosellas o arándanos, combinadas con notas
más florales y cítricas entre las que destacarían la acacia o el azahar, forman
un fondo sobre el que flotan la piel de naranja madura en almíbar y unas
discretas notas terciarias de vainilla y madera, que seguro aportarían mayor
equilibrio si no fuera demasiado pronto para que tomen, cuando menos, algo más
de protagonismo.
La entrada es amable
y golosa como cabe esperar de un vino dulce, para volverse en su paso por el
paladar, en un potente vino, amplio, con esa vigorosidad obvia de la juventud y
un carácter muy vinoso que recuerda por momentos a un vivaz y estructurado
tinto tranquilo, con un notable peso y un tanino que si bien es dulce, todavía
se destaca en exceso. Al tragar, persiste en boca, largo, dejando un postgusto
de fruta negra muy madura y acabando por imponerse un regaliz y un tanino que
dejan una sensación de astringencia y de un amargor de naranja ligeramente
medicamentosa.
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