lunes, 12 de octubre de 2015

LA ASEV CRECE… y se ennoblece

110 son ya los profesionales y amigos eno-gastro-hedonistas que conforman el colectivo de la Asociación de Sumilleres & Enófilos de Valencia (ASEV), a fecha de hoy. 

Este es un resumen de las últimas catas, maridajes y/o Master-Clases de las que hemos disfrutado desde que se publicara la crónica anterior, acerca de la despedida “del curso” sobre las olas:

1º - DEGÜELLE, DECANTACIÓN y CATA de TRES  OPORTOS VINTAGE

Descripción de la cata de Axel Pitarch, a quién agradecemos su colaboración publicando sus notas para deleite de amantes de la literatura descriptiva eno-sensorial.


QUINTA DE LA ROSA 2007
Ya son dieciocho años de botella (y dos de barrica) los de este Vintage con cierto recorrido, aunque le hubiera aguardado mucho más si se lo hubiésemos permitido. Su carácter Oporto, esa potente extracción, aparece en forma de frutas muy negras y regaliz, en primera instancia, algo de vainilla, sutiles frutos secos ligeramente tostados y notas, livianas, de evolución que evocan un tono anaranjado en el ribete, que si bien lo tiene, es levísimo. Poco después aparece el Vintage, esa crianza reductiva que a medida que se va alargando va tornando el vino más complejo. Notas golosas, de maderas, chocolates y algo de pan de higos que recuerda vagamente a un PX. 
En boca el invierno y el infierno de la ciudad porteña del Douro se plasman en un vino goloso pero amable, de dulzor moderada y volumen suficiente para abrazar el paladar pero sin excesos, gracias a su justa acidez que cumple perfectamente su cometido de contrapunto, sin despuntar. Sus veinte años de vida se dejan ver en forma de densidad atenuada, provocada en parte por el desprendimiento de antociano que ya se apreciaba visualmente, corroborada en boca con la elegancia en su paso, ancho. Al final, se resiste a irse pronto y saca su lado más amargo para aferrarse al fondo de la lengua en un último suspiro, largo, de puro y placentero cacao.

SANDEMAN 2000 
Un vino de catorce años que muestra una juventud difícilmente explicable salvo por la palabra "Vintage". Se vislumbra denso ya en la copa, de capa alta, negro y joven, pero es en la nariz donde evidencia su juventud con aromas todavía primarios a copa parada. Flores azules como las violetas, pesadas, o notas de ajedrea que se confunden con las olivas negras que suelen aliñar. La fruta, más fresca que en el anterior vino, no deja de ser igual de negra y potente, pero esta vez viene acompañada una ligera punta de alcohol, dejando paso poco a poco a un dulce de regaliz y una madera que no puede imaginarse sino negra, vieja.
En boca se reitera en su viveza. Se muestra fresco y joven. Su acidez compensa perfectamente un marcado tanino, bien pulido, sobre el que se apoya el bravo carácter del vino. La nota alcohólica, si bien algo tímida, sigue estando, escondida con la untuosidad y la densidad que llena elegantemente el paladar, sin empalagar. Al final se muestra nuevamente joven y vivo, asumiendo el protagonismo en primera instancia un tanino que deja un reguero de astringencia, compensada por la naturaleza del vino, largo, generoso y dulce, que redondea el final con un recuerdo de caramelo y de tostados que permanece en la boca una vez tragado.

RAMOS PINTO 1994
Uno, por principios, nunca dice que no a probar grandes vinos, así que nunca dice que no a probar un Oporto Vintage. A este Quinta de la Rosa 2007 claramente le hemos hecho un flaco favor al consumirlo tan joven. Estamos ante un vino al que a todas luces le falta botella. Lo demuestra su carácter excesivamente vinoso para ser un Oporto, su nota medicamentosa y su dureza que apreciamos ya en la boca. A copa parada afloran aromas muy primarios y frescos. Unas frutas maduras, negras, de climas fríos, del enero del Douro, tales como grosellas o arándanos, combinadas con notas más florales y cítricas entre las que destacarían la acacia o el azahar, forman un fondo sobre el que flotan la piel de naranja madura en almíbar y unas discretas notas terciarias de vainilla y madera, que seguro aportarían mayor equilibrio si no fuera demasiado pronto para que tomen, cuando menos, algo más de protagonismo.
La entrada es amable y golosa como cabe esperar de un vino dulce, para volverse en su paso por el paladar, en un potente vino, amplio, con esa vigorosidad obvia de la juventud y un carácter muy vinoso que recuerda por momentos a un vivaz y estructurado tinto tranquilo, con un notable peso y un tanino que si bien es dulce, todavía se destaca en exceso. Al tragar, persiste en boca, largo, dejando un postgusto de fruta negra muy madura y acabando por imponerse un regaliz y un tanino que dejan una sensación de astringencia y de un amargor de naranja ligeramente medicamentosa. 


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